viernes, 6 de octubre de 2006

En un lugar de la Mancha...

Oh señora cuanto se holga de placer la idea de estar siempre amándola.
Ruegote a ti misericordia por la dedicación con que en mi corazón, en vez de disminuir aumenta por la vuestra fermosura.
Yo no puedo claudicar como simple hombrecillo, quien no puede saber cuanto cuesta conquistar batalla grande de tiempo luengo.
Jamás fueron triunfos importantes aquellos que en simples batallas se ganaron de inmediato.
Es bien sabido y necesario prolongar los dulces quebrantos de ganarla, pese a tratar de años y más años.
Ya sé cuanto ha de costarme el triunfo que a de darme el orgullo de haber conquistado tu amor.
Mi estrella, mi sueño dorado, el delirio con que sobre ti mi corazón se ha derramado...
Sentir que el Toboso guarda a buen recaudo el alma y espíritu de mi Dulcinea.
Es alarmar el alerta de mi bien compuesta celada, pensando una y cien veces, picar espuela a Rocinante y destruir el cabildo donde ese cura menguado de escrúpulo, entra en menesteres de injustificable sermón.
Como muchacho en plazuela de verano, consumo los días más tristes de mi vida. Naturalmente princesa, no son plazuelas, si no las eras del tío Sebastián a las afueras del Toboso, donde caigo rendido en mi ventura entre paja y tu duermes con mi dulce dolor.
Asi llegas a mí y damos juntos lugar a la gloria que unidos nos calcina, donde inmenso animal nos engulle y nos transporta al paraíso donde juntos y solos somos felices amándonos como locos de amor.
Donde como exaltado de mi deidad grito al firmamento.
¡Vivan los locos que inventaron el amor!
Cantan los ruiseñores a tu despertar, como cantan los búhos al saber de tus ojos cerrados, anunciando el dulce sueño que a ti ha llegado.
Porque ellos son tu dormir y los ruiseñores tu despertar, tu nuevo día y mi clara verdad.

Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la triste figura...

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