martes, 30 de noviembre de 2010

Antagonistas


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Porque tienes los labios de frutas, y tu piel me dice en silencio lo que tus caricias me gritan. Me gusta que me toques, porque me siento tuyo; y que me veas, porque me siento tuyo; y que me ames porque que soy tuyo. Me gusta cuando lo dices y cuando lo lloras, porque tus lágrimas no te dejan mentir. Me gusta que seas sincera, y que no me dejes manipularte, y la limpieza de tus palabras; la sobriedad de tus actos, como si en tu pequeña locura escondieras la cordura exacta. Me gustan los días contigo, aunque sean pocos y distanciosos, y nunca sean suficientes, porque en la cadencia se encuentra la necesidad de nuestros encuentros. Me gusta, más que te enamoraras que me enamoraras; aun en nuestros defectos y diferencias. La palabra antagonismo suena con un tono suculento.
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lunes, 1 de noviembre de 2010

Te vi desaparecer



Te vi caer, deshacerte, traicionarte. Te vi vencida por tus fantasmas, tus temores propios, abrazada por el reflejo del desprecio. Te vi opaca después de verte tornasol; ausente de ti y de lo que fuiste, te vi y me di cuenta que tú ya no eras tú...



al menos no la tú que recuerdo.
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viernes, 3 de septiembre de 2010

La realidad no basta

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Hay días que son diferentes, no se explicar cómo son, pero son diferentes. Hoy por la tarde cuando salí de trabajar comenzó a llover. Era esa hora mítica en que el cielo está medio obscuro, medio rojo... medio vivo; la hora en que los pájaros se vuelven locos y los autos cantan y la gente grita y corre y sale de trabajar y el mundo es un caos. 
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Creo que no escribo tan bien como creía; creo que debo escribir más. 
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Había tomado un par de tragos y quería un cigarro. Me introduje en el mundo de las gotas y los autos; caminando sobre asfaltos mojados, pensamientos confusos y semáforos en rojo. Un taxi apareció frente a mi y me detuve... entonces por un momento sólo fui yo. En medio de la calle parado, con el pelo empapado, con el saco empapado y con los pies en un charco; y miles de sonidos diversos y dispersos bombardeándome, la totalidad envolvente. Me detuve sólo para escuchar la ciudad, para entender a qué suena el mundo... y era perfecto. Sentí la inmensidad sobre mí, la infinitud apuntándome, señalándome con su dedo descomunal. Me sentí extasiado, sofocado... vivo.

Entonces el taxi tocó la bocina y como si hubiese caído de un décimo piso, tuve un golpe de irrealidad, de subjetivismo puro. Me moví de nuevo, fui a la tienda y compré dos cigarros: uno me lo fumé mientras me abandonaba nuevamente a mis sensaciones, en esa especie de rapto voluntario, de secuestro metafísico. 

Al otro cigarro le escribí la fecha y lo guardé, lo guardé como el recuerdo del día que descubrí la forma de inmiscuirme en el mundo, el día que descubrí que la realidad no basta.
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domingo, 22 de agosto de 2010

A veces olvido que quiero ser escritor

El otro día me di cuenta que a veces olvido que quiero ser escritor. Lo digo porque he dejado de escribir. Últimamente no me dejo tiempo a mi mismo para hacerlo, consumo todos mis espacios y mis tiempos en cosas que muchas veces no tienen sentido. Todos los días, no hay día que no me den ganas de escribir, de llegar por la noche a mi casa y sentarme un buen rato frente a la computadora a desahogarme un rato, o de escribir a mano en algún cuadernillo. Pero no lo hago, no me doy tiempo para mi, para mis letras y lo peor de todo, no le doy lugar a mis sueños. Yo quería ser escritor y aun quiero, es mi sueño, es lo que quiero hacer toda mi vida, escribir, pero no sólo escribir, sino escribir bien, publicar eso pues... ser un escritor.

Hace unos meses en una entrevista que le hicieron a José Emilio Pacheco, cuando lo del premio y eso él dijo "Yo no soy poeta, yo escribo versos,  a los lectores les toca calificar si son lo suficientemente buenos para ser poemas" Eso quiero, eso... Escribir versos, sin la pretensión absurda de la poesía o la fama, o la pedantería que arropa el medio pseudointelectual. Me caga, me caga todo eso, a mi lo que me gusta es escribir, escribir bien. No se como expresar la sensación que tengo cuando escribo, pero es otro pedo, es increíble, yo amo escribir. Me da tanto coraje olvidar-lo a veces.

Chale hasta me dieron ganas de llorar.

miércoles, 28 de julio de 2010

Tautología (o tal vez no)

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Cada vez que pienso en ti, que te recuerdo, tengo una sensación de deuda, no de deudora ni deudor, sólo de deuda; que me debes algo, que te debo algo, que nos debemos no-algo, sólo que nos debemos. Y entonces aparecemos en escena, tú y yo en primer plano [desde mi perspectiva]  y hacemos no el primer acto porque ese ya lo hicimos, y tal vez no el segundo porque ese se nos escapó, pero que hacemos como que hacemos (creo que me entiendes, o tal vez no). Y entonces todo funciona como debería de funcionar hasta que deja de hacerlo. 

El hecho es que cuando apareces, algo en mi se distorsiona, por no decir que se acomoda, por no decir que se estabiliza, por no decir... por no decir que cuando apareces soy feliz; en ese sentido del verbo "ser" tan anglosajón donde el "ser" se diluye en el "estar". Y juego ese juego que ya conozco, ese juego entre la felicidad y el nerviosismo y la angustia y el ansia (y el miedo). Como pie con helado (¿sabes?). 

No me gustan los domingos sin sol, no se por qué, tal vez porque me saben a ausencia, porque me saben a ti y tu silencio... y a mi memoria.

Cada vez que pienso en ti, tengo una sensación de deuda, tal vez por eso no te olvido...


...o tal vez porque te quiero.
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martes, 22 de junio de 2010

Poema de Margaret Atwood

Pequeños poemas para un solsticio de invierno








Una página en blanco: lo que
brilla en ti no es la nada,
aunque es igual de limpio y azul

y he vivido lo bastante para saber
que debo renunciar al deseo
de tocar ese brillo.

¿Qué es lo que brilla?
Estrellas, cristal roto y agua,
y tú, con la serena camisa azul,

de pie, al lado de la ventana
mientras llueve, nada
ha pasado, intangible

Pones la mano
en la luz, y se revela
la mano, pero también la luz;
el brillo es donde ellas se tocan.




Margaret Atwood
Traducción - Eduardo Rivadeneyra

viernes, 11 de junio de 2010

Historia sin fin




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Cómo se escriben los nombres escondidos, los nombres desaparecidos. Querida desconocida, pequeña ausencia. De pronto llegas sin venir y te vas. Olvidada te olvidas olvidadiza, y regresas, vuelves sólo para desaparecer de nuevo. Y yo idiota te espero sabiendo que no estás y que sin estar te escondes y que a escondidas te vas, como viniste escondida entre pasiones adolescentes y sueños falsos. Se de ti la nada, de la conversación vacía que simulas, y que yo simulo que importa. Somos personajes de nuestras historias impropias, y nos matamos creyendo que vivimos, porque de silencio mueren los personajes de los cuentos que no se cuentan, de silencio y de ausencia. Y nos creemos presentes en el abismo de la soledad, soledad como sustantivo, como sujeto, como sustancia.

Entonces somos nosotros, los únicos, los verdaderos, pero sólo cuando nadie nos ve, porque sólo podemos ser propios y nuestros cuando no hay quien nos califique o descalifique, cuando desaparecemos de la realidad y nos abstraemos o extrapolamos de nuestra realidad propia, absoluta. Ahí sí que somos, en los sueños in-compartidos, imperturbables, fuera de todo alcance, fuera del exterior y de nosotros mismos.

Al final sólo tenemos las palabras, las palabras y los sueños falsos, lo demás es la realidad, y esa, esa no se toca, esa no la compartimos, esa la creemos verdadera e inexpugnable, inmutable. Somos lo que distingue lo efímero de lo imprescindible, somos verso no poesía.
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miércoles, 26 de mayo de 2010

Tormenta eléctrica









Estaba haciendo tesis y se fue la luz; perdí mi información y no pude trabajar en toda la tarde. Afuera comenzaba a llover...

Así que no me quedó más que salir a mojarme, escuchar truenos y mirar relámpagos mientras caminaba por la calle y me recostaba en el pasto.

Tuve de nuevo esa sensación de transitar por lo desconocido, como si el lugar en donde estaba fuera otro... ese pero otro. No podría explicarlo, pero por un momento pensé que una sensación semejante debió de experimentar Camus para escribir el extranjero. Eso es lo que sentía, me sentía extranjero; o como diría Escamilla "extranjero de mi mismo".

Si alguna vez van caminando por un lugar completamente familiar, pero por un momento parece que fuera "otro lugar" uno completamente ajeno... entonces entienden a qué me refiero. Sí, a esa sensación que lo magnifica todo, que lo envuelve todo y que hace sentirse particularmente agusto.







miércoles, 5 de mayo de 2010

Después del Amor/ Hasta luego Carlos Llano

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El viernes pasado el Dr. Llano nos leyó a sus alumnos (me refiero a los actuales, que alumnos tiene muchos) un poema de Miguel Hernández. Hoy que nos avisaron de su muerte no pude más que pensar en el poema, en lo que decía; pensar en el Dr. Llano diciendo esas palabras que de alguna manera esconden algo, un no se qué, como que saben diferente. Yo no tenía años de conocerlo como algunos otros profesores, no eramos íntimos; charlé con él sólo un par de veces fuera de clases, siempre decía lo mismo "y tú en que preparatoria estudiaste" y se quedaba pensando, burlándose, pero de esa manera tan noble que tenía de burlarse de la gente, de esa forma tan sofisticada que hasta le da gusto a uno. "Pero tú no eres el mismo Eduardo de la semana pasada" me decía cuando pasaba lista y yo era el mismo pero otro. Él se reía, y yo me reía.





Después del Amor



No pudimos ser. La tierra

no pudo tanto. No somos

cuanto se propuso el sol

en un anhelo remoto.

Un pie se acerca a lo claro.

En lo oscuro insiste el otro.

Porque el amor no es perpetuo

en nadie, ni en mí tampoco.

El odio aguarda su instante

dentro del carbón más hondo.

Rojo es el odio y nutrido.



El amor, pálido y solo.



Cansado de odiar, te amo.

Cansado de amar, te odio.



Llueve tiempo, llueve tiempo.

Y un día triste entre todos,

triste por toda la tierra,

triste desde mí hasta el lobo,

dormimos y despertamos

con un tigre entre los ojos.



Piedras, hombres como piedras,

duros y plenos de encono,

chocan en el aire, donde

chocan las piedras de pronto.



Soledades que hoy rechazan

y ayer juntaban sus rostros.

Soledades que en el beso

guardan el rugido sordo.

Soledades para siempre.

Soledades sin apoyo.



Cuerpos como un mar voraz,

entrechocado, furioso.



Solitariamente atados

por el amor, por el odio.

Por las venas surgen hombres,

cruzan las ciudades, torvos.



En el corazón arraiga

solitariamente todo.

Huellas sin compaña quedan

como en el agua, en el fondo.



Sólo una voz, a lo lejos,

siempre a lo lejos la oigo,

acompaña y hace ir

igual que el cuello a los hombros.



Sólo una voz me arrebata

este armazón espinoso

de vello retrocedido

y erizado que me pongo.



Los secos vientos no pueden

secar los mares jugosos.

Y el corazón permanece

fresco en su cárcel de agosto

porque esa voz es el arma

más tierna de los arroyos:



«Miguel: me acuerdo de ti

después del sol y del polvo,

antes de la misma luna,

tumba de un sueño amoroso».



Amor: aleja mi ser

de sus primeros escombros,

y edificándome, dicta

una verdad como un soplo.



Después del amor, la tierra.

Después de la tierra, todo.


Miguel Hernández

domingo, 2 de mayo de 2010

Cierta adicción a ti


Tengo una especie de adicción a ti, una adicción infundada, una adicción a tu presencia. Me provocas esa sensación de abstinencia profunda, de ese dentro que es in-identificable pero que está ahí. No me pidas que te lo explique porque no podría explicarlo, porque es ese tipo de cosas que no tienen fundamento y que se conocen por el simple hecho de experimentarse.


Soy adicto a ti, adicto a lo que provocas en mí, a lo que me haces ser. Soy adicto a tu acento, a tos ojos, a tu ausencia; soy adicto a tus palabras, a tus silencios, a lo que poco a poco vamos creando sin concretar nada… a nuestra complicidad.


La falta que me haces faltándome, la inexplicable ansiedad de la necesidad. "Una señorita en mi vida se ha vuelto indispensable”; y yo no tengo más que darte palabras con la profunda serenidad del absoluto.


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Y ahora, te disuelves de esa forma extraña como el día que llegaste... silenciosamente.


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jueves, 25 de marzo de 2010

Querer no es un verbo… es una acción


Si te digo que te quiero… si te digo que te quiero, no me refiero a esa palabra “querer”, me refiero a esa forma loca mía de ser. Si te digo que te quiero no digo te quiero como verbo, sino en esa manera de peregrinar por los sueños. Te quiero no es un verbo, es una acción, la acción de ser yo cuando te veo de frente, cuando te evito, cuando te olvido o hago como que te olvido.
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Quererte no es lo que hago cuando estoy contigo, quererte es lo que hago cuando soy contigo, quererte no es quererte… es todo lo demás.
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Quererte es escurrirme en tu vida, pero hoy a diferencia de lo que te dije la primera vez, hoy necesito que te vayas…
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jueves, 18 de marzo de 2010

Underworld


Boba... Daría todo por que estuvieras aquí, una alucinación absurda, una sofocante nimiedad, un recoveco altivo, una solemnidad armoniosa, un instinto sofocante, una locura empedernida, un grito voraz, un beat absoluto, un sonido precoz, un golpe sinuoso, una claridad incongruente, una ilusión epidémica, mi vida entera...


Tú deberías estar aquí a las ocho de la noche y a las doce y a las tres de la mañana y también por la tarde, y volvernos locos a las cinco menos quince, para hacernos propios y comunes durante horas...


Tediosa locura, boba, boba imprecisión elocuente de un mi corrosivo...


Eres aire y eres agua y eres humo y eres alucinación... Te toco y quemas, voluntad progresiva, sueño... sueño... sueño... lluvia fresca, primavera, jacaranda, iris, tornasol.

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domingo, 3 de enero de 2010

Poemas urgentes


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Hay ciertos días, que uno deja de escribir simplemente porque quiere, y comienza a escribir porque se lo exige, porque las letras lo exigen; exigen más de lo que generalmente estamos dispuestos a dar. Hay días en los que despertamos y atravezamos las horas sintiendo que no pasa nada; y esos días gritan poemas urgentes, solicitan palabras completas, letras complicadas que relaten sueños complicados.

Allá los poetas locos que escriban sus poesías falsas y vacías, nosotros escribamos poemas urgentes, poemas que salen así, como quien sale de paseo un domingo por la tarde y toma un café o dos y fuma un cigarro o dos, o no fuma ninguno.

La verdad es que no hay poema concreto, ni poesía concreta, pero me urgía escribir; escribir porque la vida cuenta días y cuenta noches y cuenta y cuenta y no cuenta nada, pero da para contar; y entonces vengo yo muy alegre a gritar poemas urgentes y decirle a mis manos que griten mucho, que peguen fuerte los dedos al teclado, furiosos (dedos furiosos), para que suenen a protesta y digan esa boca es mía, y me dejen hacer como que canto y como que lucho y como que hago algo sin hacer nada, porque así son los poemas urgentes, como ecos gritones de una voz que habla quedito y que se escucha poco, de una voz que no esta dispuesta a ser voz y se esconde entre la queja y el llanto.

Los poemas urgentes son aquellos que le permiten a los mortales jugar a ser dios, porque sólo así de repente todo tiene sentido y nos vemos obligados a escapar del egoísmo a la humildad para formar parte de un todo, olvidarnos de la individualidad para ser identidad, callar uno para ser todos. Los poemas urgentes son esa manera fuerte de decir muerte sin que suene a dolor y sangrar para poder vivir.

Hay que escribir poemas urgentes, porque es eso lo que nos hace imprescindibles...
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