martes, 22 de junio de 2010

Poema de Margaret Atwood

Pequeños poemas para un solsticio de invierno








Una página en blanco: lo que
brilla en ti no es la nada,
aunque es igual de limpio y azul

y he vivido lo bastante para saber
que debo renunciar al deseo
de tocar ese brillo.

¿Qué es lo que brilla?
Estrellas, cristal roto y agua,
y tú, con la serena camisa azul,

de pie, al lado de la ventana
mientras llueve, nada
ha pasado, intangible

Pones la mano
en la luz, y se revela
la mano, pero también la luz;
el brillo es donde ellas se tocan.




Margaret Atwood
Traducción - Eduardo Rivadeneyra

viernes, 11 de junio de 2010

Historia sin fin




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Cómo se escriben los nombres escondidos, los nombres desaparecidos. Querida desconocida, pequeña ausencia. De pronto llegas sin venir y te vas. Olvidada te olvidas olvidadiza, y regresas, vuelves sólo para desaparecer de nuevo. Y yo idiota te espero sabiendo que no estás y que sin estar te escondes y que a escondidas te vas, como viniste escondida entre pasiones adolescentes y sueños falsos. Se de ti la nada, de la conversación vacía que simulas, y que yo simulo que importa. Somos personajes de nuestras historias impropias, y nos matamos creyendo que vivimos, porque de silencio mueren los personajes de los cuentos que no se cuentan, de silencio y de ausencia. Y nos creemos presentes en el abismo de la soledad, soledad como sustantivo, como sujeto, como sustancia.

Entonces somos nosotros, los únicos, los verdaderos, pero sólo cuando nadie nos ve, porque sólo podemos ser propios y nuestros cuando no hay quien nos califique o descalifique, cuando desaparecemos de la realidad y nos abstraemos o extrapolamos de nuestra realidad propia, absoluta. Ahí sí que somos, en los sueños in-compartidos, imperturbables, fuera de todo alcance, fuera del exterior y de nosotros mismos.

Al final sólo tenemos las palabras, las palabras y los sueños falsos, lo demás es la realidad, y esa, esa no se toca, esa no la compartimos, esa la creemos verdadera e inexpugnable, inmutable. Somos lo que distingue lo efímero de lo imprescindible, somos verso no poesía.
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