sábado, 20 de septiembre de 2008

Hasta donde el destino llegue


Julio Urtázar era un niño de 7 años, un niño flaco y asustadizo que además de flaco y asustadizo, tenía asma y le daban miedo los payasos; que se enfermaba casi todos los domingos, que comía alimentos sin conservadores y era alérgico al polvo. Julio Urtazar o "Julito" como lo llamaban en su casa recibió a los 9 años una bicicleta un poco vieja que había pertenecido a su abuelo. A los 12 años, en sexto de primaria, Julito intercambió su no tan flamante bicicleta con su no tan amigo Carlos Rodríguez por una caja de herramientas llena de canicas. A los 15 intercambió de nuevo su caja de herramientas llena de canicas por una caja de revistas pornográficas de baja calidad con un niño gordo que vivía en su vecindario... nunca las vio. A los 17 subastó las revistas pornográficas de baja calidad entre sus amigos de la preparatoria... obtuvo un six de cerveza indio y $350 que juró nunca gastar en memoria de su abuelo. A los 19 años gastó sus $350 para comprar un televisor blanco y negro de 17 pulgadas que no servía. A los 21 años el televisor blanco y negro de 17 pulgadas que no servía cambió extrañamente de dueño y no logro entender cómo; esta vez Julio (ya no Julito) obtuvo a cambio los rines oxidados de un mustang 68, auto que había comprado en el deshuesadero semanas antes y que carecía de rines. Dispuesto a abandonar la tarea del trueque, Julio nunca intercambió aquellos rines; pero el destino manifiesto del cambalache se hizo presente aquel sábado de abril cuando le robaron el mustang afuera de la cafetería San Fernando, Julio tenía 23 años y lo único que logró rescatar, fue una burlesca nota de los ladrones que versaba así "gracias por todo" y que guardó durante mucho tiempo en su cartera. A los 25 años, cuando Julio terminó dolorosamente su relación de cuatro años con Samantha Garnica no sabía cómo despedirse de ella, así que sacó la pequeña nota de su cartera y se la dio "gracias por todo" ella a su vez, le entregó su collar de perlas falsas para que nunca la olvidara. A los 27 años, Julio se vería forzado a abandonar el país por asuntos políticos, tomaría un tren en la estación Buenavista que lo llevaría durante las siguientes 28 horas rumbo al sur; en el transcurso conocería a una mujer no muy guapa ni muy inteligente, con la que tendría un encuentro oportuno en el vagón comedor la única noche que estuvieron juntos; al final de la velada Julio le entregaría el collar de perlas falsas a cambio de un beso en los labios.

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A los 28 años, Julio ya no era ni flaco ni asustadizo, había logrado controlar el asma, enfermaba poco y comía de todo; ahora era un tipo de cuidado, fuerte, con carácter. No me atrevería a pensar qué hubiera sido de Julio sin aquella bicicleta, pero él sí. Momentos después de bajarse aquel día del tren se dio cuenta que estaba enamorado de la chica del vagón comedor y que después de la larga travesía de intercambios, ahora se quedaba sin nada (o con nada para no cometer un error sistemático), que aquel beso lo había perdido cuando el ferrocarril del sur continuó su viaje... quince minutos después, y sin pensarlo mucho, llegó a la taquilla; compró un boleto para el siguiente transur que llegaría a la mañana siguiente: ahora ya nada importaba, tenía que recuperar aquel beso a como diera lugar.

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sábado, 13 de septiembre de 2008

La ciudad es de cartón y la gente es de gis


La ciudad es de cartón y la gente es de gis. Las calles se transitan, mal transitadas, mal recorridas; porque los señalamientos de cal se confunden y uno va para allá, pensando que va para allá, y no va más porque no hay a donde ir, porque uno no va realmente para allá, viene de allá y se va y se viene. La ciudad es de cartón y la gente es de gis, y las maquetas son de piedra y cristal, y la gente de las maquetas de carne y hueso; pero no la gente real, esa es de gis y vive en casas de cartón, en edificios de cartón con vidas de cartón. La ciudad que es de cartón debería ser de piedra y de cristal, cómo en las maquetas donde la gente que no es de gis vive de verdad, de verdad y feliz. La gente de gis no es nítida, se difumina entre otras gentes de gis, y los enamorados de gis no se besan, sólo intercambian polvo, polvo y algo que se parece al amor pero no es amor, que es un no-amor dibujado, porque se dibujan como se quieren ver y no como son. Yo no quiero ser de gis y vivir en una casa de cartón, por eso he abandonado esa manía loca de calcio, me gusta más el papel y la tinta; porque los escritores y los libre pensadores de la ciudad de cartón usan papel y tinta, papel blanco que se mancha y tinta que no se borra, y se parece más a la vida real que no es real pero que es real en la fantasía del tintero y de la pluma. Los escritores y los libre pensadores que usan papel y tinta son de gis, pero sus manos son de carne y hueso, algo tendrán de felices esos sujetos, felices como la gente de las maquetas que son felices o que creemos que son felices. Mis manos que son de gis como que se quieren deformar, como que se quieren hacer de carne y hueso; algo de verdadero hay en eso, pues me están saliendo uñas, uñas que en lugar de mugre tienen gis, pero que ya son uñas. La ciudad que es de cartón está pintada con acuarelas, para que la gente de gis no se sienta triste, para creer falsamente que son felices con sus vidas de cartón.

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La ciudad es de cartón y la gente es de gis, y el cielo llueve y lo revuelca todo y se destruye la ciudad de cartón mientras la gente de gis, se diluye entre los colores de las acuarelas y se van por la coladera.

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