miércoles, 7 de febrero de 2007

Estilo Vanidístico.


Hace no muchos años, asistí a una exposición de arte en una galería de Praga. Mientras recorría el lugar, una tras otra las piezas me deslumbraban; fotografías minimalistas, pinturas surrealistas, montones de piedras amontonadas en secuencia con un orden conceptual abstracto, la música de fondo era una especie de New Age eléctrico con distorsiones arrítmicas, las bebidas de colores neón: rojas, azules y moradas; servidas en copas de martín, las paredes blancas y lisas, meseros en smoking blanco con pulseras de cialum en las mangas, el piso absolutamente cuadriculado; parecido a un tablero de ajedrez perfecto, y la puerta de cristal cortado con manijas cromadas de acero inoxidable.

Al fondo del pasillo, una puerta azul turquesa me invitaba a un salón contiguo. La bóveda bellamente adornada con mosaicos tornasol, mostraba una colección de exquisitas piezas de porcelana blanca alineadas por algún artista plástico italiano. Aquel cuarto; resguardaba una obra maestra custodiada por un hombre que me miraba como invitándome a la exploración sensorial del secreto mágico que tenia bajo su cuidado.

Al acercarme, observe pequeñas fuentecillas que adornaban la base del marco; los brotes de agua eran controlados por un sistema mecánico altamente sofisticado que yo calificaría de post-moderno. Al alzar un poco la mirada, allí estaba; el arte máxima. Todos mis sentidos se exaltaron, una suma de emociones, sensaciones, y sentimientos me recorrieron el cuerpo; substancias psicotrópicas atravesaban mis venas: adrenalinas y bilirrubinas. El éxtasis era tal que fui victima de una explosión multiorgásmica interna; un bombardeo de calosfríos. Aquello era lo más excelso que jamás hubiera visto, receptáculo de todas mis pasiones. La sublime mezcla de colores, de tonos; las sombras conjugadas con la difusión de las formas, las profundidades escondidas en un plano extra-sensorial, la tinta impregnada que descubría una cuarta dimensión inteligible. En ese momento no era yo espectador de algo bello; sino de la belleza misma. Las luces que jugaban en el recuadro principal saltaban a la vista. Los cortes estilísticos; matizaban la atemporalidad de la utopía retratada. Líneas ultrasensibles describían la fina geometría y la delicadeza del autor.

No podría terminar nunca de describir aquella visión; pero en aquel momento, casi al punto de la crisis y del límite de mis percepciones, justo antes de que mi sistema nervioso colapsara, el hombre a mi lado intentaba calmarme poniendo su mano en mi hombro mientras susurraba en mi oído:



- Tranquilo… sólo es un espejo.



Fue desde ese día que aquellas galerías europeas me fascinaron; por esa mezcolanza conceptual que se fusiona en su interior; por su estilo… Vanidístico.




Dedicatoria y agradecimiento a:

Mariana Rivadeneyra Quiñones

quien dio la idea (o almenos la inspiró)

para que este escrito se desarrollara

y a Elizabethe Gütierrez Frias

quién estuvo presente

durante la elaboración

correción y desarrollo.

5 comentarios:

Jaime Alberto Tovar dijo...

Respiraba expectación, ávido devoraba el habitación con los ojos ebrios de luces, la imaginación exaltada deseosa de dar paso al conocimiento de la soñada imagen... El corazón late lentamente al ritmo de mis temblorosos pasos, me acerco, me invade el miedo a mirar, lo hago...éxtasis
Sonriente murmuro a mis adentros, -Si, ese sois vos-

Destination dijo...

"Más bonito que ninguno" dicen todas al mirarme. Tengo mucho "sex apil" porque soy el hombre ideal,...ah porque soy como James Bond o como el gran Tarzán!

jajajaja tú debiste ver la adaptación teatral de "El lindo Don Diego".

Roberto Rivadeneyra dijo...

"En ese momento no era yo espectador de algo bello; sino de la belleza misma."

¿Quién es el platónico?, me pregunto...

Unknown dijo...

La ironía es dulce! y contagiosa :D

Te presumo?
http://jardindeutopiasyjacarandas.blogspot.com/

Anónimo dijo...

La belleza debiera no ser admirada por uno mismo; su fin es ser contemplada por otros.