Hace algún tiempo, no podría decir con seguridad cuanto pero aun era invierno, los últimos días de invierno, cuando comienza a salir el sol y el calorcito te toca despacito la piel; estaba leyendo un libro en el transporte rumbo a mi casa y me cayó una gotita en el brazo pero no hice mucho caso y seguí leyendo, después de uno cuantos minutos cayo una gotita en mi libro que en realidad no era mío, y entonces si levante la mirada y vi con cierto aburrimiento que el cielo estaba gris, el gris pálido mojado que todos conocemos y pensé que cuando bajara del camión tendría que correr algunas cuadras para no mojarme. Al cabo de unas cuadras, justo cuando le hacia la parada al camión, las gotas dejaban de ser gotitas y dejaban de ser escasas; comencé a correr, y veía como la gente se resguardaba en los tejados cercanos, otros más en la tienda que está en la esquina, algunos otros (la mayoría) se metían en el Mc Donalls que está en la plaza donde me deja el camión; después de unos minutos ya habiendo pasado el barullo de las calles transitadas, noté que mi carrera había sido en vano; mojado ya estaba, demasiado mojado para seguir intentando salvarme de la lluvia y entonces comencé a caminar, a caminar y a mojarme como cuando era niño y mojarse no importaba, o tal vez si importaba pero era una importancia divertida, una importancia disfrutable; llegué a la caseta telefónica con el agua escurriéndome por la cara y doble a la derecha y de repente sucedió eso que no es anormal pero que fue lo suficientemente impactante y por lo cual todo esto que escribo tiene sentido (o al menos tiene sentido para mí) llegando al parquecito que está a unos pasos de mi casa, con la calle vacía y mis pies nadando, me llegó ese olorcito a tierra mojada, ese olor que cautiva quién sabe por qué, y entonces disfruté muchísimo todo, el olor a tierra, el agua que se escurría, mi ropa mojada, las tardes de lluvia, la primera lluvia del año, la soledad de la calle, el silencio, todo, absolutamente todo; es una de esas experiencias o sensaciones de las que te vas a acordar toda la vida, de esas cosas que cuando suceden, sientes por unos instantes que comprendes la vida, y eso me pasó, sentí que comprendía, o de alguna manera comprendí que por más solo que me sintiera aquel día, por más sola que pareciera estar la calle, había algo ahí además de mí, algo que me hacia compañía entre gotas y ventiscas, tal vez mi yo mismo que no era yo, o alguna especie de entidad que sólo notas en los momentos cuando sientes que el mundo te está intentando decir algo. La verdad es que el mundo no me estaba diciendo nada, pero aun así yo decidí detenerme un rato a escucharlo, y mojarme un rato y oír cómo el aire pasaba gritón y frenético por los árboles, y me sentí tan feliz, tan en paz, que me guarde un cachito de mundo para mi, un cachito de mundo de la primera lluvia del año.
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Diez minutos después entré a mi casa empapado y mi hermana soltó una de esas exclamaciones medio absurdas diciendo “estás empapado” y yo en lugar de hacerle notar su obviedad, no pude mas que soltar un “si” mientras sonreía.
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Diez minutos después entré a mi casa empapado y mi hermana soltó una de esas exclamaciones medio absurdas diciendo “estás empapado” y yo en lugar de hacerle notar su obviedad, no pude mas que soltar un “si” mientras sonreía.
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2 comentarios:
Creo que es uno de los momentos en que nos sentimos libres, no? Empaparte, y que no te importe nada más... Amo los días lluviosos en el DF! Aunque -contrario a lo que siempre se me antoja- nunca me dejo mojar... he de permitírmelo un día. Saludos!
Me gustó mucho como leiste tu poema
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