sábado, 15 de noviembre de 2008

Siete minutos de extasis


Cuando Ms. de St. Colombe le explica a Marin Marais lo que es la música, le da a entender que la música es aquello con lo cual el hombre atraviesa el umbral de lo posible, aquello que le permite ir más allá de la experiencia física. La música es la herramienta que tiene el ser humano para expresar aquello que no se puede decir sólo con palabras.
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Le Badinage es un pieza exquisita, una melodía que recorre los sentidos y nos absorbe entre holocaustos metafísicos. Marin Marais nos transporta con su viola de gamba a un universo de sonidos intempestuosos, cada paso de su arco sobre las cuerdas inunda de significados el entorno. La experiencia es indescriptible; el ambiente se impregna de sensaciones indescifrables mientras los tiempos marcan la sutileza de una emoción que florece entre sentimientos sublimes.
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Las notas fluyen entre el amor, el deseo y la pasión. El artista propone a cada lapso un movimiento que seduce el alma. La pieza fue criticada en su tiempo por lo explícito de su contenido, un himno a la sensualidad que seguramente escribe pensando en Madeleine hija de St. Colombe.
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Cada que escucho esta melodía mi ser se inunda de sensaciones extremas, siento cosas que no sabía que se podían sentir, llego al límite de la sensibilidad (se que acabo de usar muchísimas veces la palabra sentir, sensación, sensibilidad; pero no encuentro otra forma de expresarme), el corazón me palpita a una velocidad que sofoca, la piel se me eriza, la adrenalina me recorre el cuerpo una, dos, tres veces... Podría escribir toda la noche y ni así lograría expresar lo que estas notas me hacen, por eso lo escribí al principio, "La música es la herramienta que tiene el ser humano para expresar aquello que no se puede decir sólo con palabras".
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Esta pieza expresa el amor escondido entre las sabanas, la sexualidad pura, la sincera, la verdadera, la real; y las expresa con tal intensidad, que uno se traslada durante siete minutos de éxtasis.

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miércoles, 12 de noviembre de 2008

El camino de vuelta

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Estoy de vuelta, emotivamente incompleto y paradigmáticamente igual que como me fui (ni tan paradigmático, era completamente predecible que nada cambiaría). Lo cierto es que este blog tal vez nunca vuelva a ser lo que fue y yo... soy el mismo y no el mismo.

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La exégesis de nuestro encuentro se diluye entre azul y carmesí. Al final no existe interpretación correcta, sólo lapsos si bemol.

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(Se diluye, siempre se diluye y seguirá así hasta que termine por terminar. Lo que nunca comenzó pero que yo no terminé, hoy lo termino, agoto mi agotado pensamiento que remite a ti con constantes intermitencias de momentos tormentosos, no estoy cansado, estoy eximio de ilusión, exorcizado de ti, sí de ti, tú sabes que me refiero a ti, que en el ocaso de mi delirio te delato a ti misma, sin que los terceros se enteren a que me refiero, tú que estas leyendo esto o que tal vez nunca lo leas, sabes que eres tú el personaje impersonal de mis estancias, que me acuso de obsesiones fatalistas desenfundadas, hoy te tomo distancia, más de la físicamente existente, para liberarme de carencias infecundas, para renacer en el crepúsculo del hedonismo del que me he vuelto protagónico).

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Hoy no me olvido de ti, pero lo pretendo, ahogarme en la sintaxis del silencio, escribir en invisibles para tornar un futuro inoportuno, casi ambiguo. Las historias cursis son para los libros y los cuentos, la realidad es infinitamente más vulgar, un juego masoquista donde el autor permea el ambiente de indescifrables turbulencias mortecinas. Hoy no estás y no estarás mañana y paulatinamente la relatividad nos conducirá ineludiblemente al olvido, un olvido que me devolverá la mentira de una vida satisfecha, de un colapso delicioso, pero sobre todo de un descanso que buscaba en situaciones inexistentes e irrepetibles y que llegará en la amnesia de tu encuentro fortuito.

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Lo más triste de todo, es que hoy decidí desengañarme para engañarme, divagar en un movimiento cartesiano y fingir que ya no estas (aunque es verdad que no estás), para aplicarme una lobotomía propia y consiente. Tú serás feliz a medias y yo seré medio feliz, si la rigurosidad del vocablo lo permite, pero ambos siempre con ese hueco en el apriori de una substancia faltante, de una esencia incompleta.

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Yo no sabré que me falta, pero tu sentirás esa ausencia tous les matins du monde...

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Así regreso del retablo inconcluso de un intento fallido, para comerme con pan las penas que dicen ser dulzonas, aunque el café de las mañanas sea siempre obscuro y amargo; de vuelta a este mundo de locos donde el caos es dueño de las acciones y no hay en principio, principio necesario.

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