domingo, 3 de enero de 2010

Poemas urgentes


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Hay ciertos días, que uno deja de escribir simplemente porque quiere, y comienza a escribir porque se lo exige, porque las letras lo exigen; exigen más de lo que generalmente estamos dispuestos a dar. Hay días en los que despertamos y atravezamos las horas sintiendo que no pasa nada; y esos días gritan poemas urgentes, solicitan palabras completas, letras complicadas que relaten sueños complicados.

Allá los poetas locos que escriban sus poesías falsas y vacías, nosotros escribamos poemas urgentes, poemas que salen así, como quien sale de paseo un domingo por la tarde y toma un café o dos y fuma un cigarro o dos, o no fuma ninguno.

La verdad es que no hay poema concreto, ni poesía concreta, pero me urgía escribir; escribir porque la vida cuenta días y cuenta noches y cuenta y cuenta y no cuenta nada, pero da para contar; y entonces vengo yo muy alegre a gritar poemas urgentes y decirle a mis manos que griten mucho, que peguen fuerte los dedos al teclado, furiosos (dedos furiosos), para que suenen a protesta y digan esa boca es mía, y me dejen hacer como que canto y como que lucho y como que hago algo sin hacer nada, porque así son los poemas urgentes, como ecos gritones de una voz que habla quedito y que se escucha poco, de una voz que no esta dispuesta a ser voz y se esconde entre la queja y el llanto.

Los poemas urgentes son aquellos que le permiten a los mortales jugar a ser dios, porque sólo así de repente todo tiene sentido y nos vemos obligados a escapar del egoísmo a la humildad para formar parte de un todo, olvidarnos de la individualidad para ser identidad, callar uno para ser todos. Los poemas urgentes son esa manera fuerte de decir muerte sin que suene a dolor y sangrar para poder vivir.

Hay que escribir poemas urgentes, porque es eso lo que nos hace imprescindibles...
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